Algunos padres piensan y afirman que "una bofetada a tiempo arregla muchas cosas en el futuro". Pero esto es un error.
Una bofetada, una cachetada o una colleja, dado que no provocan un daño excesivo en quien las recibe, pueden parecer inofensivas. Sin embargo, no lo son. Cualquier acto de violencia es reprobable. Y mucho más cuando este tiene lugar en un contexto educativo y se ejerce sobre un menor.
Si justificamos que los padres puedan reprender a sus hijos empleando la violencia física, estamos tirando por tierra las vías educativas que sí resultan eficaces de verdad y que ayudan a formar individuos capaces de discernir por sí mismos la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal en la sociedad en la que les ha tocado vivir. No debemos pretender que nuestros niños y jóvenes se comporten como nosotros deseamos bajo la amenaza y el miedo, sino que el objetivo de la educación ha de ser el de formar sujetos pensantes que elijan comportarse de acuerdo a unas normas sociales porque comprenden que es el mejor modo de convivir en paz los unos con los otros.
Muchos padres se quejan de que no saben cómo "meter en cintura" a sus hijos. Que estos son ingobernables, que no atienden a razones. Algunos incluso justifican el uso del cinto y la zapatilla para causar más daño, y por tanto, más efectividad en el castigo. Pero estas suposiciones están muy lejos de la realidad. En primer lugar, porque un niño es un sujeto de pleno derecho. Y como tal, hay que respetar su integridad física y moral. En segundo lugar, porque la mayoría de las veces el efecto que se logra es el opuesto. Sabemos que los niños que han sido educados con el uso de la violencia tienen mayor predisposición a repetir ese patrón y ser, ya de mayores, personas más violentas. Han aprendido que el castigo físico tiene una utilidad inmediata y, por tanto, se sienten legitimados para ejercerlo.
Si tú eres uno de esos padres que se siente impotente ante algunas conductas de sus hijos, estas ideas te servirán de ayuda. La base de la convivencia es el respeto mutuo. Así pues, hazte respetar por tus hijos desde el principio.
¿Cómo?
-No prometas cosas que luego no puedas cumplir. Si prometes y luego no cumples, te estás desacreditando a ti mismo y poniendo en jaque la confianza. Esta es fundamental en cualquier relación, especialmente en las relaciones educativas.
-No compres la voluntad de los niños. Si enseñas a tus hijos que deben comportarse bien para obtener beneficios inmediatos, en el momento en que no reciban una recompensa dejarán de comportarse bien.
-Explícate. Hazte comprender. Las palabras son poderosas y pueden ayudar al niño a entender el mundo en el que vive. En general, las cosas tienen un porqué. Este no ha de ser un secreto.
-Sé el ejemplo en el que tus hijos puedan inspirarse. No sirve de nada prohibir a un niño una conducta que sus padres realizan con total impunidad. Si no tratas con respeto a los animales, por ejemplo, no puedes pretender que tus hijos sí lo hagan.
-Los castigos deben tener una razón de ser más allá del mero hecho de castigar. Es decir, ante una travesura de tu hijo, no vale con un par de azotes o dejarlo sin ordenador. Lo importante es que el niño aprenda a subsanar sus errores compensando a quienes hayan podido resultar perjudicados por su acción. Así comprenderá que el fin de la prohibición no es gratuito, sino que responde a la necesidad de preservar el bienestar de los demás.
-Invierte tiempo de calidad con tus hijos. Es muy importante crear un vínculo de cariño, respeto y confianza en las relaciones familiares. La única manera de que este vínculo pueda formarse es pasando tiempo juntos, jugando, saliendo de viaje, yendo juntos al parque, al teatro, al cine, etc.
-Habla con tus hijos. Interésate por sus emociones, por sus preocupaciones. Despierta su curiosidad y hazles ver que para ti es importante comprenderlos y apoyarlos.
-No te dejes comprar con chantajes emocionales. Los niños tienen una tendencia innata a intentar conseguir lo que quieren. De ahí vienen muchas pataletas, lloros, gritos, etc. No cedas. Un "no" debe ser un "no" por mucho escándalo que el niño monte. Si cedes, estás premiando esa conducta.
-Sé imaginativo. Cada niño es un mundo y tienes que conocer a tu hijo como la persona que es, independiente de ti, de sus hermanos si los tuviera, del resto de los niños... Aprovecha sus peculiaridades para engancharlo a la vida. Un niño feliz responde mejor al aprendizaje.
-No hay un tiempo para aprender: aprendemos todo el tiempo. Los niños son como esponjas. Esto requiere un nivel de exigencia muy alto y precisa que seamos muy cuidadosos con lo que decimos y hacemos delante de nuestros hijos. Pero nadie dijo que fuera fácil ser padres.
EL CARIÑO, LA CONFIANZA, EL RESPETO, LA PACIENCIA Y LA DEDICACIÓN SON LAS BASES DE LA SABIA EDUCACIÓN.
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