sábado, 7 de junio de 2014

Consecuencias emocionales del paro

Cuando una persona en edad de trabajar se ve impedida a hacerlo por cuestiones ajenas a sus esfuerzos, las consecuencias emociones que esto le acarrea son enormes. 

Los parados de larga duración se llevan la peor parte. Todos sabemos que el ánimo se alimenta de sustancias tales como la ilusión, la esperanza, la satisfacción, la autoestima, el reconocimiento, el sentimiento de valía y utilidad, etc. Cuando el motor no recibe estos combustibles, el coche no se mueve, no arranca. El ánimo decae irremediablemente.

Son muchas las personas que llevan años viviendo sin combustible, "tirando pa'lante", como se suele decir, con la reserva de la reserva de gasolina anímica.

Estas son algunas de las declaraciones que he recogido compartiendo conversaciones con algunas personas paradas de larga duración. La mayoría de ellas están en un rango de edad que va de los veintiocho a los cuarenta y dos años.

Declaraciones de personas paradas

"Cada día veo en las redes sociales a muchos de mis contactos que tienen hijos, hacen planes de futuro, construyen una vida. Y yo no puedo hacer ningún plan de futuro. Yo estoy estancada, detenida. No puedo avanzar."

"Cada vez que envío mi currículum a una empresa intento ser positivo, pero ya no puedo. Ahora lo envío porque no puedo hacer nada más. Pero sé que no me van a llamar. Nunca lo hacen."

"He agotado la prestación y vivo de mis padres. Para mí es un mal trago cada vez que me preguntan a qué me dedico. No sé a qué me dedico. No me dedico a nada. Me siento tan inútil..."

"Ya no sé qué hacer. He intentado montar mi propia empresa, pero sin recursos no se puede ser competitivo. No puedo mantener una empresa el tiempo necesario para que empiece a dar beneficios. ¡No puedo ni mantenerme a mí mismo!"

"Tengo más de cuarenta años. Quizás nunca pueda tener hijos. Y todo por culpa de la crisis."

"Mi pareja ha tenido que irse al extranjero porque aquí no encontraba un trabajo digno. Ahora estoy yo solo haciéndome cargo de la casa y los niños. Estoy agotado y no sabemos cuándo podrá volver. Esto es como una tortura. Qué injusto."

"Cada vez que voy a una entrevista vuelvo destrozada. Las condiciones que me ofrecen son de esclava. ¡Y encima no me llaman!"

"He dejado el currículum en todas partes. No me queda ninguna puerta a la que llamar. Y todas están cerradas."

"Mi novio tiene trabajo y puede permitirse un nivel de vida que yo no puedo seguir. Cada vez que queda con alguna mujer que sí tiene trabajo y que puede seguirle el ritmo, tiemblo por temor a que me deje para poder hacer una vida mejor. Tengo la autoestima hecha una mierda."

"¿Qué va a ser de mí cuando sea viejo? ¡Si no he cotizado más que dos años! Creo que pasaré la vejez tirado debajo de un puente."

"Con mi enfermedad, y según está el mercado laboral, no voy a poder trabajar en la vida. Veo que el mundo se mueve. Pero yo estoy quieto."

"Mis amigos y mi familia me dicen que tenga paciencia. Que soy una afortunada. Tengo salud, los tengo a ellos que me quieren y me apoyan... Pero a mi edad debería estar ganando mi propio dinero. Odio ser una carga. A ellos tampoco les sobra el dinero y lo están invirtiendo en mantenerme. A veces pienso que sería mejor para todos que yo desapareciera."

Estas declaraciones son los pensamientos frecuentes que atormentan a las personas en paro. No son elucubraciones fantásticas. Son pensamientos lógicos que se ajustan a la realidad. El problema no es solamente económico. El verdadero problema, el más dañino, es emocional. El esfuerzo para mantenerse en la lucha es enorme, y agota. De ahí que la persona se vuelva vulnerable, le afecten más las pequeñas cosas, se desmorone, aparentemente, por menudencias sin importancia. Hay que entender que no son esas menudencias las que derriban a la persona, sino el cúmulo de todas las circunstancias en las que se ve envuelta. Podemos subir un tramo de escaleras sin agotarnos. Pero subir un tramo de escaleras con las piernas agarrotadas requiere un esfuerzo de titanes.

¿Cómo aliviar el sufrimiento?

-Mantente ocupado: apúntate a cursos, asociaciones, equipos deportivos. Es fundamental que llenes las horas del día con actividades en las que sí puedas sentirte reconocido y válido.

-Descansa de la búsqueda de empleo. Buscar un trabajo es un trabajo en sí mismo. Uno agotador y sin remuneración. Así que también necesitas y mereces desconectar.

-Estar en paro no es culpa tuya. Es una situación injusta en la que te ves envuelto sin intención. Ante estas situaciones en las que nos coloca la vida, lo mejor es aceptarlas y no atormentarse. El fallo no está en ti. Es todo el conjunto de la sociedad la que está fallando. Y la responsabilidad es de sus dirigentes.

-Recibir ayuda de tus seres queridos no es una deshonra. Recibe con gratitud y humildad el apoyo que te brinden los demás. Ellos también necesitarán de ti algún día y podrás devolver el favor. Apoyarnos los unos a -y en- los otros es lo que nos hace humanos.

-Recuerda siempre que tienes un valor intrínseco por el mero hecho de ser. Eres un sujeto con derechos y con dignidad. Estos no dependen de un empleo. Son tuyos desde el momento de nacer.

-De la frustración también se aprende. Piensa que no tener un empleo es uno más de los muchos problemas ante los que nos sitúa la vida. Cuando tengas trabajo tendrás que enfrentarte a otros problemas distintos. La vida es dura. Pero merece la pena luchar.

-No te rindas. Puedes estar años buscando trabajo sin fortuna y padeciendo lo que esto conlleva. Pero de pronto, el día menos pensado, lo encontrarás. Créeme: lo encontrarás.

RECIBE TODO EL APOYO Y LA COMPRENSIÓN DE ESTA HUMILDE ESCRITORA PARADA DE LARGA DURACIÓN.




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